La disciplina parece ser
una mala palabra entre los más jóvenes y en la sociedad en general porque está
asociada inmediatamente a la idea de esfuerzo, algo que ha decaído mucho como
un valor antes anhelado y ahora más bien evitado. En parte esto se debe a un
aumento excesivo de la idea del ocio y de las tentaciones de la procastinación que
como a un Ulises moderno llaman a la perdición los sonidos de sirenas que han
sido reemplazados por notificaciones instantáneas de las redes sociales en
nuestros teléfonos y computadoras.
La disciplina no es un
valor gratuito en el sentido amplio del término porque implica compromiso,
coraje, voluntad, motivación intrínseca bajo una promesa mayor y una capacidad
de constante ritmo hasta el hábito. Y
claro eso es mucho pedir si venimos de años hipnotizados por una adicción insaciable
de revisar el mail y el Facebook a cada rato, sin embargo es posible
construirla de a poco y sin dudas no es imposible.
La autodisciplina implica
un compromiso con nosotros mismos, con aquello que sabemos que es bueno para
nosotros y nuestras familias o que tendrá impacto positivo en nuestros trabajos
y proyectos a largo plazo pero que debemos cultivar en el ahora mismo. Creo
que, si se me permite el divague, esta es la misma razón por la que los políticos
alrededor del mundo no pueden entender el impacto de sus decisiones acerca de
medidas que favorezcan al medio ambiente y disminuyan los efectos de los gases
de invernadero alrededor del mundo, es decir, no podemos actuar tan rápidamente
sobre algo que es displacentero a ciencia cierta pero que no vemos resultados
en lo inmediato. Piénsalo.
Todos tendemos a evitar el displacer y de eso ya hable en un post
anterior pero lo esencial para poder construir mejores hábitos que nos
conduzcan en una senda de la autodisciplina
para lograr mejorar nuestras vidas y nuestras metas a largo plazos es
justamente crear y reemplazar hábitos que nos acerquen a lo que anhelamos. Los hábitos
se construyen en rutinas diarias y
la única diferencia con la autodisciplina es que para alcanzarla debemos
obligarnos a cumplir tareas más allá del estado de ánimo que tengamos ese día,
por eso es tan importante la planificación
y la motivación personal que logres mucho antes de comenzar a pensarte como
alguien renovado y exitoso en los aspectos que ahora ya sabes que quieres y
debes mejorar.
Malas palabras: rutina,
disciplina y esfuerzo
En nuestra sociedad algunas
palabras han sido degradadas a categorías en donde el solo hecho de
mencionarlas nos hace ver como los malos de la película pero en realidad deberíamos
bregar por recuperarlas y darles un sentido renovado pues lo que significan
tienen un impacto directo en el modo en que vivimos nuestras vidas y las metas
que alcanzamos, o que no alcanzamos, y de las que muchas personas al final caen
en cuenta solo después de entender su valor vital, es decir, debemos
restaurarlas desde la práctica.
Una de esas palabras es RUTINA.
La rutina ha sido denostada por el ideal de inmediatez de innovación y de
libertad total pero nada más alejado de lo que en realidad significa en el
ideario social de los más jóvenes especialmente porque en realidad las rutinas
de éxito nos convierten en personas de éxito en los campos en donde las
apliquemos. Por ejemplo, el hecho de dormir temprano hecho rutina hace que
rindamos mejor al día siguiente y eso es algo de por sí complejo de lograr si
no estamos habituados o si nos creemos esas ideas muy “cool” sobre que los
creativos piensan mejor de noche y cosas así. Nosotros no necesitamos ser tan
extremistas para lograr aquello que necesitamos, con la rutina basta y sobra en
muchos casos.
Disciplina es otra mala palabra en esta posmodernidad que pregona un libertinaje
basado en el facilismo y la casualidad de los resultados exitosos cuando en realidad se trata de trabajo duro y
persistente de manera metódica y que solo es posible construir en base a
rutinas disciplinadas y en base a ideas disciplinadas porque no debemos
olvidar que la forma en la que pensamos
determina la forma en la que vivimos y si no pensamos o no tenemos el hábito de
pensar de manera disciplinada sobre nuestras acciones e intereses y
principalmente, de perseguir nuestras metas de manera disciplinada, entonces
obtendremos resultados azarosos que nada tendrán que ver con nuestros
objetivos. La disciplina se construye de a un grano de arena a la vez.
Y finalmente otra mala palabra es el esfuerzo, tan denigrado porque implica todo lo anterior y que casi
siempre es evitado pues estamos acostumbrados a invertir el mínimo esfuerzo
incluso en aquellas tareas que sabemos que nos permitirán generar más
beneficios a largo plazo.
Espero que puedas comenzar a revisar estos aspectos claves si es que
te resultan complicados traerlos a conciencia y si por el contrario, eres una
persona comprometida con tus metas, te felicito y te animo a que sigas
trabajando por ellas en base a estos estilos de vida, pues eso son.
Definitivamente la disciplina requiere esfuerzo... Pero.. por qué me cuesta tanto Alex? Por mas que quiera sigo viendolo como una mala palabra(?)
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