“En clase de química tenía un profesor que nunca ponía diez en los exámenes. Decía que la perfección no existe. Cuando supe de mi candidatura, me dio miedo que fuera uno de los jurados del Nobel…”
Todas las experiencias que tuvimos en las escuelas a las que asistimos de niños y en diferentes lugares donde aprendimos distintas formas de valorar el error y el éxito, terminan produciéndonos marcas psíquicas que configuran gran parte de nuestros actuales conceptos de lo que significa ser de tal o de cual forma.
Creo que la principal diferencia entre un mentor y un simple maestro va más allá de los recursos y del valor del conocimiento que nos intentan transmitir, sino que fundamentalmente se trata de dos personas altamente calificadas en un campo específico, pero donde una de ellas decide entregar sus propios sentipensamientos de vida y no solo presentar el conocimiento como neutral, objetivo y unidireccional.
Para mí un sentipensamiento es una partícula de luz y sabiduría que es producto de un largo proceso personal donde el que lo emite ha tenido que cotejar lo bueno, lo malo, el sufrimiento, los placeres y los procesos temporales que implican ir transitando diferentes estados de ánimo en referencia a una situación puntual, como resolver un problema matemático usando peras imaginarias cuando en su casa no había para comer o aprender a ver la bondad en una persona que fue malvada toda su vida y en su lecho de muerte le pide que lo perdone.
Tener sentipensamientos que superen el dolor y valoren el proceso del otro es una cualidad difícil de adquirir gratuitamente. Siempre hay un costo que pagar. Por lo general, habremos de caminar bastante y tropezar el doble hasta poder apreciar la belleza que existe en cada persona a pesar de su último acto de ignorancia o egoísta.
La perfección no existe, pero negarle a alguien la oportunidad de desplegar todo su potencial, reconocerlo y ayudarlo a transitarlo hasta alcanzar algún nivel de logro y de éxito es algo que lamentablemente se da todos los días en el sistema educativo tradicional donde hay pocos mentores, pero cuando encontramos a uno de ellos todo lo que hemos atravesado y lo que vamos a atravesar como personas se vuelve mucho más dócil.
De formas inexploradas, encontrar un mentor que nos enseñe a sentipensar nos vuelve un poco mejores. Un buen mentor sería aquel que nos ayude a desarrollar una integración entre la razón, el tiempo y el deseo, que nos ayude a explorarlo sanamente y que nos interpele en la medida de su propio nivel de integración sentipensante.
En mi caso personal la mentora que me ayudó a desarrollar este grado de integración a un nivel que desconocía como posible y que me transformó en alguien completamente distinto ayudándome a sentipensarme cada día hasta hoy, fue la profesora Estela Mora, a la cual agradezco todos los días haber compartido un pedacito de tiempo en este caos llamado mundo y sobre el que ella pasó para dejarlo un poco mejor de lo que encontró.
A todos los sentipensantes como ella que hacen del mundo un mejor lugar, simplemente, gracias.
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— 📌Alex📖Bobadilla📌 (@alexbobadilla) March 3, 2019
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