“En la casa de mis tutores legales no podía llegar después de las 10 PM. Era la condición para dejarme ir a entrenar. Un día llegué a las 11 PM con un trofeo en la mano. Me castigaron 2 meses…”
Construir el camino que deseamos tiene un costo que solamente nosotros entendemos. A veces ese costo es muy alto y se empieza a pagar desde que somos apenas niños, otras veces la vida nos la va cobrando en cómodas cuotas de sufrimiento que parecen interminables.
Cierto es que esa es otra de las posibles definiciones de injusticia que alguien puede pensar, pero con perseverancia y enfoque es un costo que al final lo vale. Sumado a estas experiencias de injusticia viene también la contradicción.
En ocasiones dentro de nuestra propia familia, con frecuencia en nuestra propia mente y con seguridad, de la sociedad. No será lo mismo una forma de entender el valor del esfuerzo por algo que deseamos y por lo que trabajamos duro que el valor de algo que otros tienen servido o que no lo aprovechan.
No todas las personas van a entender estas contradicciones y muchas de ellas van a ser parte importante en la carrera de obstáculos, a veces sin querer, que nos van a ir poniendo hacia aquello que queremos en nuestras vidas. A veces es tan simple como desear graduarse, ir a entrenar o salir de casa, otras veces es un poco más complejo como casarse con alguien del mismo sexo, tener derecho a decidir sobre su cuerpo o el país adonde queremos emigrar.
Poder entender el punto de vista del otro no es sencillo, implica un esfuerzo que nadie quiere hacer porque, antes que nada, no están obligados a sufrir ni a empatizar, y segundo, los humanos odiamos salir de nuestra zona de confort casi tanto como odiamos que nos saquen de ella por medio de acciones de otros que son mejores que nosotros.
La vida es ciertamente un sufrimiento sin sentido para muchos, al principio, hasta que entendemos que somos un poco mejores que antes gracias a aquello que otros nos han hecho ver como contradictorio.
Nadie puede esperar de ellos un poco de equidad, pero al menos nos debería reconfortar que nos han permitido madurar a pesar de todo su esfuerzo por no querer hacerlo ellos mismos.
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